martes, 19 de febrero de 2013

No siempre el que te llame princesa va a ser tu principe.

Y en el umbral de la puerta se quedó apoyada,
con la taza de té humeando y aquella sudadera gigante. Se marchó.
Y ella bien sabe que no va a volver. Le quita la pila al reloj. Aquella hora
en la que ella le necesitaba ahí, él no estaba, se había ido y bien sabe que no
iba a regresar. Aquella chica, la del umbral de la puerta se había hartado
de besar sapos. Se acabó; se dijo a si misma. Se acabó esperar sapos con
la esperanza de que se conviertan en principes, ¡quizás eso era lo más dificil!
Y esperar al principe, aunque pareciera complejo acabaría siendo lo más
simple.

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